Yo también quiero un libro de castillos, pero uno de castillos de cristal, como esos de los que soy dueña y arquitecta. Me parece que el cristal es de esas cosas que están hechas para ser rotas, y quizá allí radica su belleza, sólo habrá que ir tratando de correrse justo a tiempo del derrumbe, y así verlo caer pero no salir demasiado herido. Suena fácil.
Se acostumbra uno a los terremotos? Se hacen vicio los terremotos? O es que uno los atrae, o los fuerza, o los provoca? Me duele el pecho, tengo un sismógrafo ahí. Sí, quizás se hacen vicio, uno quiere dejarlos pero esa quietud previa al cataclismo, ese vacío sonoro, esa luna con aureolas, los aullidos de perro y el hormigueo fervoroso, todo eso, todo eso es irresistible.
17 febrero 2010
Un libro de castillos
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