Haciendo el "webing" diario antes de empezar a trabajar, me puse a leer este breve artículo que habla sobre la no originalidad de las ideas. Hace referencia a uno un poco más extenso: “El mito de los creadores originales”. Allí encontramos citados algunos blogposts del profesor de derecho Peter Friedman, que analiza a un músico de blues y su “no-originalidad”. Friedman cita a una investigación desarrollada por el Departamento de Autoría Colaborativa, fundado sobre la base teórica de Marta Woodmansee. También cita, entre otras cosas, el trabajo de su colega Olufunmilayo B. Arewa, donde se rastrea el origen del blues, encontrando en él, obviamente, raíces africanas y europeas. En esta pequeña cadena de links se va ampliando, profundizando y enriqueciendo el tema casi exponencialmente.
Es increíble que aún haya que detenerse a justificar cuestiones sobre derechos de autor y trabajos derivados, cuando un investigador sabe que el 80% de su producción teórica (por decir poco) es un remix de construcciones teóricas anteriores, y que ese 20% (por exagerar) es sólo fruto de un buen batido. No se niega que remezclar requiere de una gran destreza, pero ese no es el punto aquí.
Es increíble, insisto, que aún tengamos que detenernos a pensar en esto, cuando cada día se nos hace más evidente: en el uso cotidiano de internet, por dar sólo un ejemplo, nos queda a un click de distancia toda una cadena, o una red, o un árbol, o una espiral, de relaciones indispensables para tener a mano nuestro primer recurso.
Es cuestión de seguir la pista para terminar, inevitablemente, en los orígenes de la humanidad. Toda historia es capaz de acabar en el comienzo.
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