“Un buen historiador es alguien de quien los buenos historiadores dicen que es un buen historiador. La cosa funciona necesariamente en forma circular. Pero la heteronomía empieza cuando alguien que no es matemático puede intervenir para dar su parecer sobre los matemáticos, cuando alguien que no está reconocido como historiador (un historiador de televisión, por ejemplo) puede dar su parecer sobre los historiadores, y ser escuchado.”
(Notas sobre BOURDIEU, Pierre, Sobre la televisión, Barcelona, Anagrama, 1997.)
La preocupación principal de Bourdieu en este texto es la capacidad de coerción que tiene el periodismo sobre otros campos del conocimiento. Según su planteo, cada campo debe mantener un cierto grado de autonomía, y debe juzgarse a sí mismo, desde dentro y con sus propios especialistas.
Encuentra en el campo del periodismo el ejercicio de un poder de presión y represión tanto sobre los periodistas mismos como sobre otros ámbitos de la producción cultural. Dentro del periodismo se genera un tipo híbrido, el “intelectual periodista”, que se encuentra a mitad de camino entre el “exoterismo periodístico” (o su afán por salirse del círculo) y el “esoterismo universitario” (o su hábito endogámico), y que es el responsable de generar confusiones entre lo que se considera investigación de vanguardia, y los productos culturales medios.
Me resulta interesante (y no deja de sorprenderme) cómo, en el desarrollo de esta posición, Bourdieu utiliza una terminología agresiva, casi militar. Al referirse a la heteronomía ejercida por el campo periodístico, lo hace con estos términos: “… aniquilar (…) la barrera que protege la entrada de la ciudad científica (o artística) contra la irrupción destructora de principios de producción y de valoración externos”, o a las “estrategias posibles” frente a semejante “amenaza”: “señalar los límites, restaurar las fronteras”, o “tratar de imponer en el exterior los logros que llegaron a ser posibles gracias a la autonomía”.
Cuando menciona como estrategia, la de “salir de la torre de marfil (…) para imponer los valores surgidos del retiro en ella”, me recuerda a McLuhan y su visión del artista trasladándose de la torre de marfil a la de control de la sociedad, ambos en tono salvífico: McLuhan viendo en el artista a un hombre de “conciencia integral”, y Bourdieu convirtiendo al científico en una especie de dictador iluminado.
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